traductor

Buscar en este blog

lunes, 24 de octubre de 2011

OLIVERIO GIRONDO "no se me importa..."

OLIVERIO GIRONDO 
ESPANTAPÁJAROS

No se me importa un pito que las mujeres tengan
los senos como magnolias o como pasas de higo; un
cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una
importancia igual a cero al hecho de que amanezcan
con un aliento afrodisíaco o con un aliento
insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles
una nariz que sacaría el primer premio en una
exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! -y en esto soy
irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto,
que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el
tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me
enamorase, tan locamente, de María Luisa.

¿Qué me importaban sus labios por entregas y
sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado?

¡María Luisa era una verdadera pluma! Desde el amanecer volaba del  dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me  preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres.
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese,
volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.

"¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos
ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera... aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes... la de pasarse las noches de un solo vuelo!

Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan
siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más
que volando.

1891 De "Espantapájaros